domingo, 26 de marzo de 2017

Las Sin Sombrero: Remedios Varo.


Remedios Varo es posiblemente la primera pintora surrealista española, pero desgraciadamente poco conocida aquí. Hoy nos inspiramos en el aura que envuelve a sus pinturas, su toque tan personal y único, su magia y su marcado mundo interior. Una Sinsombrero que fue "adoptada" por México.



María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga nació en Anglès, Girona, en 1908. De padre andaluz y madre vasca. Mujer adelantada a su época, con una prodigiosa imaginación, gran conocedora de las matemáticas y la astronomía, amante del esoterismo y la mística. Sus obras revelan el gran sentido del humor que tenía, y el amor por los animales en general y los gatos en particular. Centrada más en el proceso creativo que en la obra final, la mayoría de sus pinturas las regalaba a amigos. Murió muy joven, en pleno éxito, en 1963.
No podemos saber si la obra de Remedios Varo, tan particularmente introspectiva y volcada al interior, hubiera sido diferente de no haber visto su vida zarandeada por las turbulencias sociales que pusieron marco a su juventud: unos años plenos de conflictos, primero en España, enseguida en el resto de Europa. Pero cabe decir que de por sí, se advierte en ella una especial clase de energía en continua transformación, personal  y a la vez permeable y con conciencia de su época.

Varo experimenta el primero de sus grandes viajes a los nueve años cuando su familia se traslada a Madrid, donde en vista de su temprana afición a la pintura, su padre, ingeniero hidráulico y causante de que tan pequeña ya tuviera conocimientos matemáticos, de perspectiva y dibujo, la hace ingresar en la Academia de San Fernando. Ser mujer en esta escuela (fue de las primeras en ingresar allí) y en esta época no es nada fácil. De hecho, pocas mujeres pudieron acabar la carrera. Ella lo hizo, señal de su fuerte personalidad y amor a la pintura. Allí coincidió con Maruja Mallo y Dalí, entre otros. En 1930 ya participa en exposiciones colectivas. Contrae matrimonio con uno de sus compañeros de estudios, Gerardo Lizárraga, y juntos parten hacia París.



En París se venía fraguando desde 1925, en torno a la figura de André Breton, un movimiento artístico surgido de las cenizas del dadaísmo, con nombres como Louis Aragón, Buñuel, Dalí, Paul Éluard o Max Ernst. Las pinturas de Varo en esa época ya orbitaban en torno a ese nuevo término –surrealismo –, al cual Bretón se empeñaba en dar un sentido marxista no del agrado de todos sus adeptos, y quizá tampoco de Varo, cuya obra tiene una existencia propia al margen de ideologías.
En 1932 la encontramos en Barcelona, donde ejerce junto a su marido el oficio de dibujante de publicidad, hasta la separación de ambos dos años más tarde. Y, de nuevo, de vuelta en Madrid. En 1935 expone allí sus primeras obras reconocidas, Composición, o L’Agent Double, y se involucra de pleno en el movimiento surrealista español.


Los acontecimientos se precipitan: el estallido de la Guerra Civil la deja en el lado de los republicanos, a los que según parece ella presta algún tipo de apoyo; entabla una relación con el poeta Benjamin Péret y con él abandonará España para siempre regresando a París, un lugar lleno de estímulos intelectuales, donde esta vez sí conoce a Breton, Ernst, Miró y Leonora Carrington, quien se convertirá en su gran amiga; pero, de nuevo, es alcanzada por la guerra cuando en junio de 1940 los nazis ocupan la capital francesa.

Su condición de refugiada española de izquierdas y personificación, además, de aquello que el III Reich entendía como «arte degenerado», no presagiaba para ella nada bueno. En efecto Varo es encarcelada por un breve periodo de tiempo, aunque poco se sabe de eso. Ella y Péret solo pueden huir a México con la ayuda de Varian Fry, un periodista estadounidense que dirigió una red de rescate desde la Francia de Vichy.


Hasta su muerte en 1963, ya naturalizada mexicana, ese país ofrecerá a Varo todo lo que España y Europa no habían podido darle: estabilidad, un nuevo amor que será el definitivo, un círculo de amigos artistas autóctonos y exiliados como ella, y la posibilidad de ejercer otros trabajos de ilustración como forma de ganarse la vida.


Allí conoce a artistas como Frida Kahlo y Diego Rivera, y mantiene su amistad con  Leonora Carrington.  En 1952 se casa con el político austriaco Walter Gruen, con quien permaneció hasta su fallecimiento.

Artísticamente es donde comienza a pintar de manera más metódica, más madura, y es el escenario donde se consuma y cobra fama su obra pictórica, pareja a su exploración en su mundo interior que la llevaría a empaparse de las teorías psicoanalíticas aún en boga y de la tradición alquímica.


Esta fusión de psicoanálisis y alquimia no es fruto del capricho, sino por el contrario algo coherente: Breton y su círculo ya habían fijado su atención en Sigmund Freud, en los sueños y en el inconsciente, así como en los poetas simbolistas Lautréamont y Rimbaud, ambos esencialmente místicos –si bien luciferinos–, volcados, con sus respectivas poesías, en expresar lo inexpresable, y Rimbaud en particular, versado en la cábala.

De los viejos grabados alquímicos Remedios Varo recibe una influencia insólita, al menos para una pintora española del siglo XX, y en general la recibe también del legado de manuscritos iluminados producidos durante la Baja Edad Media, como se aprecia, por poner un ejemplo, en Tránsito espiral, 1962.


Las pinturas de Remedios Varo son obras fantásticas y sorprendentes, de un surrealismo sereno, como realizadas por iluminadores medievales sonámbulos, y pueden ser entendidas como depósitos de símbolos, jeroglíficos en forma de figuras humanas, objetos, espacios y perspectivas que invitan a mirar y a interpretar, siempre con algo de malicia infantil y de tierno juego cómplice. Un testimonio de la propia vida, la que se vive pero también la que se sueña o se ensueña. De ahí que sea una obra contemplativa, y en el fondo, una reelaboración nueva de experiencias, emociones y pensamientos tan viejos como el ser humano.
En el año 2000, Walter Gruen, su viudo, donó la colección de obras de Remedios Varo al Museo de Arte Moderno de México. Tras algunos litigios judiciales con la familia, finalmente se dictaminó que  la nación mexicana es la única y legítima propietaria de su legado artístico. Podéis ver algunas de sus obras en ESTE ENLACE del propio museo o en esta WEB, que recoge su vida y obra.

Recta final ya para nuestro reto caligráfico de marzo. Esperamos que las Sin Sombrero también os estén inspirando. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario